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| Dolors Renau | 
 Recomendamos este artículo de Dolors Renau, Psicóloga y Pedagoga, Publicado en Catalunya Plural  
Hemos visto, a las Sras. Diputadas del Grupo Popular 
aplaudir con entusiasmo la  voluntad del gobierno de modificar la  
vigente ley de Interrupción del embarazo, para  sustituirla por otra que
 facilita que el  cuerpo de la mujer se convierta en un cuerpo 
“intervenido” en el que muchos pueden mandar, menos ella.  Y, viendo 
este triste espectáculo, y recordando las muchas batalles  internas 
dentro del partido socialista y las muchas y antiguas movilizaciones 
feministas para lograrlo, una no puede dejar de preguntarse si ha hecho 
bien en propiciar la presencia de mujeres en ámbitos de poder (sea 
político, económico, cultural etc) que tanto condicionan la vida de la 
ciudadanía y en ese caso concreto de las mujeres. 
Cabe preguntarse de 
qué ha servido  tanto esfuerzo (recordemos la critica a las cuotas 
primero, a la paridad, de esta derecha)  si, a la postre, ellas se 
comportan  como ellos y aceptan con  entusiasmo, una clara  derrota para
 los derechos  de las mujeres. Y perpetúan, con su actitud, la muy 
arraigada convicción de que hay una sola y única manera de hacer y estar
 en política y unos únicos contenidos y temas relevantes dignos de ser 
tomados en serio por lo “publico”. ¿Qué transformaciones  aporta de 
nuevo  a nosotras y al conjunto de la ciudadanía  el hecho de que  haya 
tantas diputadas y algunas mujeres en ámbitos de tanta responsabilidad?
 
 Una cosa esta clara: el hecho de ser mujer-en sí mismo-no significa 
gran cosa en cuanto a cambios en profundidad de contenidos, métodos de 
trabajo y estilos, a pesar de que  la sociedad en su conjunto y las 
mujeres especialmente están necesitando nuevas maneras de hacer 
política,  nuevas metas, nuevos contenidos que se ajusten más  a la 
realidad cotidiana, a las necesidades de la ciudadanía.
  Necesidades y derechos  que parecen haber desaparecido de la agenda 
pública, tragados por  una manera destructiva de afrontar  esta crisis 
que es a la vez económica social y ética. Algo tiene de bueno, sin 
embargo la presencia en la primera línea de la vida política: visualiza 
la existencia de mujeres preparadas  para ocupar lugares de relevancia 
social y mediática. Y su presencia y actividad  cumple con el mandato de
 la igualdad de oportunidades- por lo menos en este terreno tan peleado-
 para hombres y mujeres. En cierta forma  cumple algo que es de justicia
 en el marco de los Derechos Humanos, los de la Mujer. Pero, y no es 
poco, ahí nos quedamos. Y no es suficiente.  
 Para 
que la presencia de mujeres resulte transformadora de las políticas y 
respete los Derechos Humanos de la Mujer,  sistemáticamente negados  en 
la vida pública y en riesgo constante de regresión, se necesitan voces 
que hablen alto, tan alto como hablan en la calle; se requieren 
altavoces, luces y taquígrafos destinados no a repetir lo que ellos 
ordenan, sino para lanzar nuevos  mensajes, propuestas y decisiones que 
aseguren y promocionen el  desarrollo de los Derechos Humanos 
Universales y sobretodo, los de las mujeres. De otra manera, no solo no 
introducen nada nuevo, sino que avalan con su aquiescencia y entusiasmo 
partidista, la discriminación hacia las mujeres y sus derechos 
específicos. Y con  ello, causan un daño profundo a uno de los 
principios civilizatorios: el  de  reconocer y respetar al “ Otro” o a 
las “ Otras” en sus  diferencias e igualdades que no deben implicar 
inferioridad de ningún tipo, ampliando así  la comprensión de lo que es 
el Ser Humano en sus múltiples expresiones de sexo, orientación, color 
de la piel, lugar de origen etc.
 
 Y sin embargo, las mujeres en tanto que sujetos políticos han aportado 
mucho y deben seguir  transformando la sociedad y la vida pública.
 Justamente porque han acumulado muchos saberes viviendo en los márgenes
 de la sociedad y los poderes. Ellas poseen un bagaje de  cualidades 
fruto de su infravalorado trabajo en las “infraestructuras de la vida” 
que las  hacen “diferentes” y en cierta forma, creativas y novedosas 
Estas cualidades, que deben poder expresarse abiertamente en tanto que 
rasgos “ humanos” menospreciados hasta ahora,  resultan absolutamente 
necesarias para transformar la cultura publica, agresiva, competitiva y 
unidimensional que ha penetrado en todos los estamentos sociales y  no 
digamos ya, en la vida política.  Ellas conocen, saben mucho de cómo  
hay que cuidar la vida, las relaciones humanas, son más capaces de 
“descentrarse” para mirar a su alrededor y ver al Otro. Estos saberes 
silenciados deben ver la luz y circular en la vida pública de forma que 
 ayuden  a humanizarla. Pero para ello  hacen falta dos condiciones que 
no parecen  ni de lejos, acompañar a las mujeres  conservadores que 
tanto  aplauden  iniciativas tan lesivas  para ellas como  la de 
limitar  el derecho al aborto.
   La primera condición
 para que su presencia y su actividad de frutos, es que  tengan 
conciencia feminista: es decir, tengan conciencia de quienes son, de su 
historia colectiva y la larga cadena de discriminaciones que las han 
llevado al silencio  público que se ha llegado a considerar “natural”. Y
 que valoren sus “diferencias” “ (  las diferencias nunca son neutras , 
 se acompañan siempre de una clasificada jerarquía social) como una  
forma, a su vez  igual y osadamente distinta,  de ser humanas. Sin esta 
conciencia, sin los feminismos, su presencia y su actividad política, no
 va a modificar en nada  o en muy poco las dinámicas dominantes.  Y, 
segunda condición: sus acciones deben  enmarcarse en objetivos 
universales ,  en programas, propuestas  y voluntades que tengan como 
finalidad el avance hacia la igualdad, la libertad y el reconocimiento 
de los Derechos Humanos  Universales, para todos los que han sido  
considerados “ diferentes” a lo largo de la historia. Hay que situar los
 feminismos  dentro del amplio marco de los movimientos sociales y las 
actividades liberadoras de la Humanidad para darles más consistencia 
todavía y poder avanzar así junto a tantos otros movimientos liberadores
 en la mejora de las vidas humanas.
 Sin estas dos 
condiciones fundamentales, la presencia numérica de mujeres en ámbitos 
de poder- que tantos esfuerzos costó-  no va a servir más que para 
maquillar  de cierta modernidad las políticas regresivas en cuanto a 
todos los Derechos Humanos que se están practicando entre  tanto 
aplauso  complaciente femenino.
 Article publicat a  Donesenxarxa
 
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