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Imatge de
D.P. |
Todo el mundo sabe que a la ex ministra Ángeles
González-Sinde le
correspondió durante su mandato (2009-2011) intentar poner coto a la falta de
regulación existente en Internet en el ámbito de los derechos de autoria,
ninguneados hasta la saciedad ante la impasibilidad de toda las ciudadanas y
ciudadanos que viven aleladamente mirándose el ombligo, haciendo un titánico
esfuerzo por conservar el estado del bienestar y creyendo –dichosa ignorancia
la suya- que lo que no les afecta directamente no les afecta en absoluto y, al
tiempo, que el efecto mariposa no existe.
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Ángeles González-Sin |
Su propuesta
(la llamada Ley Sinde), que levantó a partes iguales aplausos e iras, y a la
que por todos lados pusieron palos en las ruedas, ha sido reciente, y
felizmente, aprobada en el Congreso, como era de sentido común, y acaba de
comenzar su andadura. Ahora toca constatar si logra poner coto a los desmanes
cibernéticos que hacen que los autores y autoras de música, cine, literatura...
vean esquilmado el fruto de su trabajo. Esperemos que el proceso regulador no
se eternice e impida que la creación sucumba a la “barra libre” que algunos
creen que es la Red.
Como era de esperar, sus intentos por ordenar el caos
internáutico tuvieron durante el 2011 gran eco en los medios (todo lo que atañe
a la Red vende, pues Internet es nuestro último juguete, como lo fueron en su
día los automóviles que salieron de las factorías Ford). Hubo pues espacio para
atacar y defender, opinar y contraopinar (creando líneas de fuga, a lo
Deleuze). Por el contrario, bien distinto es lo que está sucediendo con el que
a mi parecer ha sido el gran acierto de su gestión: mirar la cultura con los
ojos de la igualdad de género y sentar las bases de un combate eficaz contra la
desigualdad en la cultura. Ese ha sido el gran logro de la ex ministra Sinde y no otros, le den eco o no los
medios, entretenidos a su vez en sobrevivir a las actuales drásticas mudanzas
de la comunicación. En concreto, bajo el mandato de la ex ministra Sinde, el Ministerio de Cultura tuvo la
valentía de instaurar finalmente los jurados paritarios en todos sus ámbitos de
actuación, sugerir la presencia de personas con visión de género en los mismos
y realizar un diagnóstico de la cultura desde dicho punto de vista para saber
de qué pie calzamos; todas ellas medidas destinadas a ayudar a la
“visibilización de la cultura en femenino”, en palabras de la propia ex
ministra. El informe en cuestión se titula Mujeres y cultura. Políticas de
igualdad y, amén de contar con una introducción para cada ámbito de
análisis (literatura, artes plásticas, cine, artes escénicas y música), hace un
exhaustivo repaso de becas, subvenciones y premios, así como de patronatos y
jurados de festivales.
El resultado es una radiografía de un androcéntrico
subido, un retrato de la desigualdad que ya nadie podrá negar por alto y claro,
pero que precisamente por ello está siendo ninguneado; ¿a quién le gusta que
saquen a relucir sus vergüenzas? El informe ha evidenciado que, pese a los
esfuerzos realizados en años recientes a favor de la visibilidad de las mujeres
en el sector, “esta está por debajo de su participación real –tal y como lo demuestran
las estadísticas- en el mundo de la cultura”. Ya dijo la socióloga María
Antonia García de León en su libro Rebeldes ilustradas (Barcelona,
Anthropos, 2008) que “una sociedad androcéntrica tiende a no reconocer la
presencia pública femenina, ni siquiera cuando comporta excelencia”. A lo que
yo añado: “y sobre todo cuando comporta excelencia”. Hasta la fecha, a trancas
y barrancas han podido algunas creadoras codearse con sus iguales varones.
Sería hora de que empezaran a poder hacerlo todas las que lo merecen, que son
muchas.
Como digo, los medios de comunicación han hecho caso
omiso de ese informe y de esas medidas correctivas, que se han visto rodeados
de un ominoso silencio, apenas roto por quienes promovieron esos pasos. Vale la
pena mencionar que quienes solicitaron ese informe y propiciaron con su
iniciativa esos avances tan notorios fueron tres asociaciones de mujeres
profesionales de la cultura, que tuvieron a bien presentar una queja ante el
Defensor del Pueblo en la que reclamaban, con objeto de poder analizar la
eficacia de las medidas de igualdad y abordar su mejora, datos desagregados por
sexo tanto al Ministerio de Cultura como a otras instituciones. Estas
asociaciones son MAV (Mujeres en las Artes Visuales), CIMA (Mujeres Cineastas y
de Medios Audiovisuales) y Clásicas y Modernas (asociación consagrada a la
igualdad de género en la cultura). Como pertenezco a esta última, creo poder
afirmar que es casi seguro que sin esta demanda colectiva, y sin el interés y
el concurso de la ex ministra Sinde, estos adelantos no se hubieran dado. Del
mismo modo que no se hubieran podido hacer efectivos sin la existencia previa
de la Ley de Igualdad (que por cierto el PP boicoteó presentando contra ella un
recurso de inconstitucionalidad).
De la desigualdad en la cultura arrastramos unas
cifras que ponen los pelos de punta, pero nadie parece darle ninguna
importancia más allá de las afectadas (llegándose al caso de que algunas de las
damnificadas, creadoras incluso célebres, tampoco le dan ninguna, acaso por ser
excepciones a la regla y no ser conscientes de ello). Preguntadas por el
suplemento El Cultural de El Mundo (en fechas cercanas a la aprobación de la
Ley de Igualdad, es decir en marzo de 2007) sobre unas posibles cuotas en el
mundo literario, algunas escritoras expresaban en estos términos su absoluta
disconformidad: “Nunca ocuparía un sitio en el mundo editorial sólo por ser
mujer. Si algo detesto es ese victimismo disfrazado de feminismo que practican
algunas colegas para conseguir premios y publicaciones. […] La mendicidad es un
hábito que parece haberse convertido en necesario en este ambiente. Pero es un
precio que, en el caso de las mujeres, viene especialmente teñido de falta de
amor propio y nula honrilla personal. Y encima contribuye a perpetuar viejos
esquemas, no sólo ya del machismo, sino del abuso de poder” (Lola
Beccaria). “Como
casi todas las postfeministas, siento pavor a que me regalen algo que me
merezco. Siento que debo luchar y demostrar” (Espido
Freire). No puedo
estar menos de acuerdo con ellas, y me preocupa especialmente que una persona
nacida casi con la democracia como Espido Freire viva este espejismo igualitario. La
literatura precisa de unas grandes dosis de imaginación que sin duda ella
posee, pero no me consta que sean necesarias para diagnosticar la realidad.
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Almudena Grandes |
La perla sale sin embargo de boca de Almudena
Grandes: “En
principio, y por principios, estoy en contra de las cuotas, excepto en aquellos
sectores profesionales en los que se tenga la certeza de que las mujeres son
injustamente discriminadas. Este no es el caso de la creación en general y de
la literatura en particular.” Me pregunto si Almudena
Grandes y yo
vivimos en mundos literarios distintos, si el catálogo de la estupenda
editorial donde publica, Tusquets, me llega a mí esquilmado de mujeres o
realmente ostenta poquísimas, o si un insignificante puñado de mujeres en la
Real Academia le parecen acaso sobredosis. Habrá que enviarle una copia del
informe que dice claramente que ella, en su visibilidad, es una excepción y no
la norma. Claro que como afirma la periodista Elvira
Huelbes en un
artículo sobre el mencionado informe: “Los datos son sagrados; las opiniones,
libres”. De modo que vayamos a algunas de las cifras y algunos de los datos contrastados
que este informe ofrece y atengámonos a ellos.
En LITERATURA hasta la fecha el Premio Nacional de
Narrativa ha sido otorgado a 2 narradoras (frente a 32 varones), el de Ensayo a
1 ensayista mujer (frente a 33 hombres), el de Poesía a 4 mujeres (frente a 29
caballeros), el Nacional de las Letras a 3 (frente a 25), el prestigioso
Cervantes asimismo a 3 (frente a 34). Y aunque pueda parecer extraño, hay un
estudio realizado en 2009 que dice que en el Registro de la Propiedad se
registran un 30% de obras de mujeres frente a un 70% de varones: algo no
cuadra. En ARTES PLÁSTICAS, hasta la fecha el Premio Nacional
de Artes Plásticas sólo ha sido otorgado a 8 mujeres (frente a 47 hombres), el
premio Velázquez a 1 (frente a 9) y el premio Nacional de Fotografía a 3
(frente a 16). Extrañamente, el público de exposiciones y museos es
mayoritariamente femenino, y hallamos un 80% de mujeres en el organigrama de
museos y centros de arte (casi nunca en los cargos más altos, de lo que deriva
que en sus fondos sólo haya de un 4% a un 10% de obras de mujeres), siendo
también ellas casi la mitad de los galeristas del país, aunque la obra de
mujeres sólo tiene un 15% de presencia en galerías y en ARCO sólo se exhibe en
un 7%.
En el ámbito de la MÚSICA, la dirección artística de
todos y cada uno de los centros musicales administrados por el INAEM (Instituto
Nacional de las Artes Escénicas y de la Música) han estado desde sus comienzos
y siguen estando en manos de hombres, con la única excepción del Ballet
Nacional de España. Los Teatros de Ópera del país también están en manos de
hombres, en el Teatro Real casi todas las óperas son de hombres (una excepción
fue el 2011 el estreno de “La página en blanco”, de Pilar Jurado) y en el
Auditorio Nacional se programa un 1% de compositoras (o menos). Por cierto que
por primera vez en 2010 se premió a una mujer con el Premio Nacional de
Composición (frente a 31 varones).
Por no hablar de que en CINE las películas dirigidas
por hombres, la inmensa mayoría, otorgan el protagonismo a personajes
masculinos en un 80%, lo que condena a las actrices a hacer eternamente
secundarios. O de la dificultad de dedicarse a las ARTES ESCÉNICAS siendo mujer
y aspirando a tener descendencia, mientras los padres de familia pueden
marcharse de gira sin tantas dificultades, lo que redunda en una presencia
femenina mucho menor en las tablas.
Parece claro que visto lo visto había que intervenir
con carácter de urgencia y los jurados paritarios son un buen comienzo, y qué
no decir de la incorporación a los mismos de una persona con visión de género,
capaz de inculcar en los demás un sentido de la igualdad del que al parecer
hasta ahora han carecido. Si se contrata a nutricionistas para elaborar
los menús de una escuela, ¿por qué no puede hacerse una intervención semejante
en aspectos tan fundamentales como la repartición de las recompensas y los
estímulos al talento?
Para una sociedad que lleva casi cuarenta años en un
proceso de democratización ascendente, que se supone aspira a alcanzar la
máxima expresión de la misma (cosa que incluye o debiera incluir la igualdad de
género), ¿puede resultar irrelevante que se haya dado en el ámbito cultural un
paso de tanta importancia? Recordemos por un instante el terremoto informativo
que supuso la inclusión de las cuotas de género en la política en el 2007,
destinada a promover una participación equitativa en la misma; o el 25% de
mujeres que en 1988 el PSOE impuso en el Congreso para su partido y que con los
años ha ido a más, hasta llegar a las llamadas listas cremallera. ¿Mereció el
silencio de quienes están en contra de la acción positiva ya sea por pensar que
trata de imponer medianías, ya sea desde un falso liberalismo que abomina de la
igualdad en el punto de llegada por considerarla contraria al principio de libertad?
¿Callaron entonces los Ansones, los Pradas, los Pérez Reverte? ”Cada vez que me
choteo de una estupidez de género y en el acto se descuelga una talibana
mentándome a la madre, quiero corregirme”, escribe este último en un artículo
reciente con su acostumbrado extraño sentido del humor, completamente ajeno al
sentido del ridículo (5/3/2012). Claro que, ¿qué esperar de un señor que nos
llama “feminazis”?
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Pérez-Reverte |
Ahora, en cambio, se hace algo tan necesario como
radiografiar la cultura (que queda a la altura del betún) y nadie se inmuta, ni
siquiera el señor Pérez Reverte, siempre tan atento a la carne fresca donde poder
hincar el diente. Y no saben cómo le agradeceríamos ahora un artículo en el que
se lamentara de la caterva de manifestaciones artísticas ñoñas, de
ensalzamiento de la intimidad y posiblemente sáficas a que darán lugar los
jurados paritarios… Toda publicidad gratuita contribuye a la causa, anímese.
Claro que si como decía ni siquiera algunas de las
propias afectadas viven traumáticamente una desigualdad más que evidente, ¿qué
no decir de los demás agentes culturales de las editoriales, de la crítica, del
profesorado, agentes literarias y literarios…? ¿O acaso de imponerse los
jurados paritarios en el sector privado la reacción hubiera sido distinta? Les
aseguro que en esa circunstancia hubieran saltado todas las alarmas y al
Ministerio le hubieran llovido acres acusaciones de intrusismo. Claro que si
puede el Ministerio de Sanidad instar a las clínicas privadas a cumplir ciertas
condiciones o el Ministerio de Educación exigir ciertos requisitos a las
escuelas privadas, ¿por qué no puede hacerse con las editoriales, los
periódicos o las revistas o mismamente con las entidades bancarias que premian
el arte y el talento?
Dejada aquí constancia de que el informe Mujeres y
culturas. Políticas de igualdad existe y de que se han dado pasos serios
para igualar las oportunidades en el estímulo a la creación, sólo me queda
volver a reiterar mi agradecimiento a la ex ministra Sinde por tan loables iniciativas, y
sugerir las posibles razones por las que nadie se ha inmutado: que la cultura
ya no interesa (y se deja pues que las mujeres la conquisten como quien ofrece
el hueso del caldo y no el tuétano) o que nadie cree que un informe o la composición
de unos jurados pueda alterar la ya arraigada costumbre de premiar expresiones
artísticas de clara impronta masculina, cuando no directamente machista
(cosificación del cuerpo de la mujer, ensalzamiento de la prostitución,
nostalgia de la mili, glorificación del fútbol…).
Quiero ser más optimista, pensar que la cultura sí
importa y que medidas como estas sí contribuyen y mucho a transformar paso a
paso la realidad. Quiero pensar que ahora que las cifras están ahí, publicadas
por el propio Ministerio, ya no valen subterfugios ni maniobras de distracción:
será que son menos, será que son más malas, será que no interesan…. Si el PP no
opta por dar marcha atrás, y esperemos que no lo haga (estaremos vigilantes, no
lo duden), a partir de ahora y gracias a la ex ministra Sinde y a su equipo los comités asesores,
jurados y órganos consultivos del Ministerio de Cultura se compondrán
respetando una presencia equilibrada entre hombres y mujeres, condición
imprescindible para edificar un nuevo estado de la cultura.
De igual modo, quisiera pensar que el Ministerio de
Cultura no tardará en advertir la absoluta necesidad de intervenir en la
gestión privada de la cultura, pues en estos momentos en que “los mercados
se benefician de un vacío de gobierno global” (Nancy Fraser dixit), no podemos permitirnos retrocesos ni
dejar que se aneguen nuevamente terrenos ganados a las procelosas aguas del
machismo endémico. De tener continuidad, como sería deseable, no saben hasta
qué punto este avance redundará en la obra de las mujeres creadoras, que
finalmente podrán jugar “casi” en igualdad de condiciones en un juego ya de por
sí desigual, a tenor de los múltiples factores que dificultan la equidad
(pésima conciliación familiar, pésima conciliación laboral, brecha salarial…).
Quienes desarrollan una tarea artística ya tienen de
por sí muchas más dificultades que quienes eligen profesiones a medio plazo más
rentables, y es por ello que no podemos ahondar en la llaga con
invisibilizaciones u obstáculos añadidos si no queremos que la creación en sus
diferentes ámbitos corra el riesgo de verse reducida drásticamente. No
imaginamos un futuro donde todos los creadores sean hombres (como lo han sido
tan largos siglos), al igual que no imaginamos un mundo donde todas las
creadoras sean mujeres. No es ni lo uno ni lo otro lo que queremos, sino una
cultura plural, liberada de lastres obsoletos y desinhibida hasta los límites
que la propia cultura pueda imaginar. Una cultura que sea pionera de virtudes
nuevas y no copia de defectos antiguos. De los poderes públicos esperamos que
siendo la cultura el 4% del PIB sea cuidada con el mismo esmero con que se
cuidan otros sectores. Porque la cultura será igualitaria o no será.
Article de Ma. Àngels Cabré, escriptora i crítica literària. Publicat a La Indenpendent