Viviane Reding, Comisaria de Justicia de la UE |
Once países de la UE han legislado por la paridad en las empresas con normas poco severas.
Artículo de Gabriela Cañas, publicado en El país
Si hay una virtud que no se le puede negar a la luxemburguesa Viviane
Reding es la de la perseverancia. Desde que esta veterana comisaria
europea tomó las riendas de la cartera de Justicia ha emprendido una
dura batalla por aumentar el poder de las mujeres europeas
incorporándolas a los consejos de administración de las grandes
empresas. No es la única. Hay muchas organizaciones en este continente
peleando por el mismo objetivo. Los resultados son desalentadores como,
quizá, era de esperar, dado que, aun sin haber ganado del todo otras
batallas, esta amenaza directamente a la cúpula del poder, allá donde ni
un solo varón está dispuesto a ofrecer graciosamente su asiento a una
dama.
Por eso fracasó la primera propuesta de Reding, en marzo de 2011,
de invitar a las grandes corporaciones a que voluntariamente tuvieran en
cuenta la igualdad de oportunidades.
Los sistemas de cuotas, tan extendidos en nuestras democracias
representativas para otros conceptos, no cuentan en este terreno con el
apoyo unánime ni de los países (véase el caso alemán, que preferie de
momento la autorregulación) ni de la sociedad en su conjunto. Y también
es de ley admitir que hay sólidos argumentos en contra —libertad de
empresa, meritoriaje frente a género, base legal, etc.—.
Lo cierto es
también que la discriminación es evidente: el 86,3% de los consejeros
son hombres en un continente de larga trayectoria igualitaria en el que
el 60% de los nuevos licenciados son mujeres.
Por eso, cruzarse de brazos a esperar que dentro de medio siglo se
corrija tan injusto desequilibrio es una opción que dentro de poco
tiempo será minoritaria en Europa. Once de los veintisiete países de la
UE ya han legislado para forzar el cambio en un plazo algo más breve.
Son legislaciones muy jóvenes. Muchas se han aprobado en los tres
últimos años. Es el caso de Bélgica, Dinamarca, Francia —con resultados
espectaculares, por cierto—, Italia, Holanda o Eslovenia. España se
adelantó, junto a los nórdicos. Son leyes muy tímidas que han logrado,
eso sí, acelerar las incorporaciones a los consejos, aunque a un ritmo
muy modesto (han pasado del 11,8% al 13,7%).
Ello indica que no se pueden echar las campanas al vuelo, pero
tampoco caer en la melancolía. La UE solo dispone de auténtico poder de
decisión en asuntos agrícolas, comerciales y de competencia. En el
resto, los avances se realizan con mucha convicción y más perseverancia
con el objetivo de que, finalmente, sus tesis se abran paso a nivel
nacional e incluso en los tratados internacionales. Véase el caso de la
batalla contra el cambio climático y la penúltima derrota europea
respecto a la imposición de una tasa contaminante a las compañías aéreas
extranjeras. En igualdad, las resistencias son similares y el origen de
las mismas se podría decir que también. Los intereses económicos, el
sistema productivo, la costumbre... Nadie mejor que la Comisión Europea
sabe lo que cuesta contar con mujeres. Cada cinco años Bruselas implora a
los gobiernos que presenten candidatas y aún no ha logrado componer un
colegio de comisarios con más de un tercio de mujeres. El impulso
igualitario que imprimió Zapatero a la política española ha vuelto a
decaer con Rajoy.
La nueva iniciativa de Reding está algo descafeinada para lograr que
se abra paso, pero su propuesta más irreal es prever que sea de carácter
temporal y expire en 2028. Dudo que para entonces y con normas tan poco
severas tanto a nivel europeo como a nivel nacional se haya terminado
con tan flagrante discriminación.
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